jueves, 3 de marzo de 2011

Sale el sol...

Te lloré hasta el extremo de lo que era posible...

Hace dos semanas, justamente el 14 de Febrero tuve que ir con mi psicóloga por que me sentía peor que antes, otra vez falté a la escuela y con esfuerzos me moví hasta el consultorio de quién me atrevería a decir es mi salvadora. Después de tanto platicar y de comentar lo mal que me tenía el remordimiento de haber hecho lo que hice (que ya entendí que estuvo mal, pero no toda la culpa es mía) me dijo: Ve a hablar con Daniel, llámale desde otro número...

Por supuesto se me fue el alma a los pies, sin embargo era algo a lo que yo tenía dándole vueltas desde unas semanas atrás, creí que si ella lo decía algo de bueno tendría hacerlo, ya no eran mis ganas de ir a pedirle perdón, era una opción para poder seguir adelante con mi vida, para cerrar un ciclo y poder por fin dejarlo ir, dejarlo ir aunque sus fotos y sus mails estén guardados en mi computadora, hay personas que dejan marcas tan profundas en nosotros que no hay forma de borrarlas, en este caso, cómo borrar las huellas que mi primer amor dejó en mí?

Así que dos días después de mi visita al psicólogo y con una gran dósis de apoyo moral por parte de mis amigas de la escuela fui a casa de Daniel, no tomé un taxi como las otras veces, preferí caminar y dejar que el aire fresco me despejara un poco la mente, mientras iba tratando de ordenar en mi cabeza lo que iba a decirle, nada de escenitas, nada de arrastrarme a sus pies y pedirle que regresara conmigo.

Entrar a su condominio sin que le avisaran no fue difícil (Que pasó joven y ahora por qué quiere caerle de sorpresa al señor Daniel?) lo difícil por supuesto fue tocar el timbre y más aún ver su cara de que él tampoco lo estaba pasando nada bien.

Pedí perdón por lo que hice, por el daño, por la mala intención con la que mandé ese mail, me pidió que sigamos con nuestras vidas y yo le pedí un último abrazo, de esos de los que no te quieres soltar por qué sabes que probablemente nunca vas a volver a ver a esa persona, algunas lágrimas de mi parte, un "Por favor, no llores" de parte suya.

De regreso a mi casa lloré y a la mañana siguiente parecía que era lo único que quería hacer, aún así sentía una especie de alivio, de decir: Ya es lo más que puedo hacer para enmendar el error.
Y cómo él me dijo: No te guardo ningún rencor, de verdad deseo que seas feliz y que puedas seguir con tu vida, tienes que madurar, niño, sigue con tus planes.

Ya no soy su chamaco, ni el es mi señorcito, ni nos diremos chiquitín y tal vez si alguna vez lo vuelvo a ver ni siquiera nos atrevamos a saludarnos. Pero al menos ya no hay rencores, casi me atrevería a decir que sólo queda cariño entre nosotros y el recuerdo de nuestra historia juntos por toda esta ciudad, los "te amo", los abrazos, los mails interminables, las risas y nuestro año juntos. Ya no importa lo que hayamos podido hacernos, estoy seguro que esta vez podemos dejar el daño atrás.

Parece increíble, pero ya no soy el mismo que era antes de ese miércoles.

...Y un día después de la tormenta, cuándo menos piensas sale el sol...

1 comentario:

Iz dijo...

Holap!! preguntarte como estas, creo q seria una tonteria, pero ¿estas mejor?, es un gran paso el q diste!!!